20 de mayo de 2013

tony orrico. penwald drawings, 2013 | marso galería . mx

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 este es el segundo performance de tony orrico que he podido presenciar en vivo. además, en esta ocasión pude escribir estas palabras durante el proceso en que su cuerpo dejaba de sí los trazos vibrado y energéticos sobre el papel. debe haberse fijado en ellas alguna consonancia-en-cuerpo al pasar los minutos que uno al lado del otro deshicimos de horas.

penwald drawing: wrist on walk 2011 inicia con el artista sentado en un cuarto vacío con una mesa cuadrada de madera enfrente, no muy grande, acaso metro y medio por lado. orrico no despega las muñecas del papel en ningún momento. esta es la consigna corporal de la obra. así que el movimiento de todo el cuerpo –especialmente el abdomen, los hombros, la espalda, el cuello y los brazos, fluyen hacia los dedos desde donde se desprenden como líneas quebradas hacia el papel. son temblores rítmicos ue emanan de la contracción de los músculos de la caja toráxica. los dedos reciben y sostiene, tensos, las posturas de los dos delgados lápices que hacen por instrumento. poco a poco esas vibraciones cortas y desnudas van formando dos, luego cuatro; seis … y hasta ocho pares de alas que se enlazan sobre el diámetro del alcance de las manos, pero cuyo origen equidistante no se toca por próximo que esté. a veces abre las manos casi por completo sosteniendo los lápices apenas con un dedo. otras, los apresa con toda la mano como si en un rictus artrítico incontrolado. los hombros de contraen para dirigir los giros de la muñeca —evidenciando el germen articulado-corporal del trazo. 


la espalda se mantiene casi siempre recta pero inclinada hacia delante conforme necesita el cuerpo alcanzar zonas más lejanas del lienzo. alas. las piernas semi-flexionadas marcan el ritmo e intensidad de las vibraciones de colaboración con hombros y abdomen siempre en ángulo de 45º. la mirada siempre ve sin ver un punto delante, fuera del lienzo, fuera del rostro. respira rítmicamente inhalando por la nariz y exhalando por la boca. todo es sutil, suave, paciente, pero evidente e innegable la cantidad de energía contenida en el cuerpo del artista/bailarín emanando incansable en cada milímetro trazado, replicado el vibrar del cuerpo.

cuando comienza a aparecer el tercer par de alas el medio cuerpo se extiende casi x completo sobre la mesa. el torso queda casi rozando el lienzo y los codos en ángulo sostienen los lápices con presiona en 45 grados hacia los extremos del papel. dos medios círculos abren el siguiente par de alas. las únicas líneas 'puras', continuas, fluidas. pero entonces del punto último de sus esquinas exteriores, comienza el vibrar de nuevo. las manos vuelven a su juego de posiciones y tensión. quizá es tiempo ya en que es la memoria corporal la que los mueve haciendo el dibujo por sí mismo. los ojos ya se han cerrado, en algún momento del proceso, pero el cabello sobre el rostro escondió el tiempo. así es como orrico deja ver, confía al público la confianza y condición-en-certeza que alberga su cuerpo. no se necesita la mirada, la composición no depende del ojo. es producto de la antropometría en movimiento se sus muñecas, ceñidas, como si dependiendo en vida del contacto con ese trozo de papel que sobre una mesa hace apenas 40 minutos yacía blanco, inerte, sin historias que contar.
ahora es el tiempo de una vida lo que se ha grabado en su superficie. los esfuerzos vanos y vitales de un hombre delgado de edad indefinida y ojos claros. un cuerpo vestido de negro que deja ver sólo las manos desde el punto que las convierte en continuidad del brazo, del hombro, del tórax, del cuerpo: las articulaciones que hacen posible a las manos, moverse para posarse en infinidad de condiciones, posturas, identidades, intensidades.

de cerca, el dibujo hecho de alas imperfectas vueltas de fragilidad confiesa los tiempos de vencimiento en la batalla entre el grafito y la inerme superficie. hay distintos grosores, casi incalculables aun cuando se pudiera creer que solo un numero finito de intensidades de trazo pueden acumularse o derivar de un par de lápices de grafito de ancho común. sin embargo son incontables y en su suceder se llevan  unos a otros demostrando sus cambios de tenor, timbre, intensidad y dirección. mudanzas de destino que albergan los dedos que guían casi a su pesar dos juegos de líneas como alas que se acumulan unas sobre otras para decirse entre ellas que el recorrido está (en)vuelto de(en) equívocos.

penwald 1: 1 circle (2009) | marso. noche del 25 de abril, 2013

 
en su segundo performance de la noche, orrico nos muestra sus movimientos dibujados como si nadara sobre la superficie congelada de un lago; aletea con dos grafitos en las manos. esta vez sí los sostiene con toda la mano, como se haría con un arma, o la mano de un niño. las piernas que se sostienen sobre la punta de los pies, van rota do conforme se abren y cierran la abertura que daría un paso a un lado. así va girando y dejando la huella de esos aleteos en semicírculos que jamás se tocan, sólo se sobrenen formando poco a poco un entramado cada vez más opaco, grisáceo, denso. pero en esta pieza el sonido es casi igual de importante que el trazo. orrico ha cerrado los ojos de nuevo, también yo. el ritmo que dictan los deslizamiento del grafito sobre el blanco y terso lienzo tiene el tenor de una ola. recurrentes llegadas acuosas sobre alguna roca que se escuchara a la lejos. no enfurecido pero sí constante, tranquilizante, confiados nos hace sentir de haber encontrado una suerte de continuidad. agradecidos, escuchando, somos parte de algo más grande que nuestra propia realidad —ahora insignificante, si tan solo por esta noche— somos parte de una comunidad de escuchas entre el trazo de un cuerpo que demuestra la fuerza de la decisión, la insistencia y la pasión.

penwald 3: circle on knees (2009) .
tercer performance mañana del abril 26, 2013 . galería marso  

               hincado, brazos caídos a los lados, orrico se deja llevar en la reiteración de un movimiento pendular hasta completar un círculo hecho de varias circunferencias. los grafitos dejan delgadas líneas y puntos aparentemente erráticos, líneas de fuerza, rectas, decidas por un trazo corporal no dirigido por la mirada sino por el brazo y su campaneo. pero hay otra circunferencia, bastante más sutil, como huella de estancia que trazan las puntas de los pies conforme avanzan en pequeñísimos pasos sobre el eje del cuerpo arrodillado. una tercer circunferencia la dibuja inintencionadamente la mano que roza el papel donde han sido entramadas las líneas finas, rectas y decididas de ambos carbones.

penwald 6: project recoil (2011)
cuarto performance – mañana del 26 de abril, 2013 . galería marso

               el lienzo esta vez es largo y delgado (1.5 x 4m aprox.). orrico se coloca acostado con el rostro en contra del muro. en ambas manos dos grafitos de ancho medio y del alto que alberga su mano. conforme se acerca la hora de inicio del tiempo de la pieza (90min) el bailarín se comprime con los pies sobre el muro flexionando las piernas por completo a los lados, como lo haría una rana. los brazos doblados a los costados sostienen los carbones a la altura de los hombros y esperan. en un instante sucede todo. el cuerpo comprimido se proyecto sobre el lienzo con toda la fuerza que tiene dentro estirando piernas y brazos hacia adelante como si fuese un proyectil. la imagen es bella en sí misma, el cuerpo luchando por encontrar la manera de trascender sus propios límites de movilidad. casi volando, el cuerpo flota sin dejar de tocar el lienzo, dejando como huella su marca. recta cuando lanza y en semicírculos cuando regresa en siete tiempos recorriendo el camino que por principio, casi altanero, casi feliz, el cuerpo ha querido rebasar sin esfuerzo. ahora, como siempre, el regreso cobra los precios que no se consideraron al avance pronto, enfrascados en sus ideales, extendido de convicción y poder.
conforme se van sumando las explosiones en propulsión, el cuerpo va dejando señas de su cansancio, en la respiración audible del cuerpo actuando, como en la 'lejanía' a la que llega con sus impulsos, siendo que cada impulso va marcando en dos rayas horizontales, el límite al que llegan los brazos. con el tiempo, esas marcas-de-medida (como las que marcan los padres sobre la cornisa de alguna puerta para evidenciar el crecimiento de altura del cuerpo de sus hijos) se van haciendo cada ves un poco más cortas, menos potentes. dejando ver el resto-sucediendo de una fuerza insistente, incansable, pero no invencible. ciegamente humana. con el tiempo, esos medios círculos se hacen ya casi negros, desgastados y re-trazados, dejando evidencia de su ser-campo de batalla.

¿qué busca orrico con este gesto exigente y agotador? ¿qué quiere regalarnos su cuerpo? ¿o será mejor preguntar qué es lo que recibe? ¿qué toma de cada propulsión? ¿qué recibe del contraerse una y otra vez hasta que consigue despertar en su fuero interno la fuerza para seguir creyendo? ¿qué es lo que a su cuerpo insufla cuando flota conteniendo la respiración en un estado de pura suspensión como aquel salto eterno al vacío de yves klein? ¿es este tiempo suspendido en el placer de la posibilidad del todo tan fugaz y verdadero que sucede justo en el tiempo en que la obra está consumiéndose a sí misma? ¿es esto de lo que hablaba adorno? 

como espectadores, con orrico hacemos eso, esperamos. esperamos a ver, a ser testigos, a seguir escuchando, a ser parte de su respiración, de su estrategia, de su entrega en tiempo vivo. como espectadores de las obras de tony orrico, esperamos. la espera por lo general puede tener muchos devenires; muy dispares resultados; impredecibles respuestas, o ninguna. hay cientos de esperas inertes, inermes, esas son las que consumen el cuerpo y el alma. no sabemos, después de 30, 40 minutos si esta espera traerá consigo, para nosotros, algo del innegable vigor que orrico ha invertido en ella. desconocemos. desconocidos. desandados de sus trazos, esos que son sólo suyos, porque es su cuerpo único y propio el que puede hacer esas marcas. no hay otro en complexiones, anatomía y condiciones de salud y consistencia corporal, quien pudiera replicar con exactitud su pieza. ni siquiera él mismo. cada penwald drawing es único, aun si repetido en distintas sedes, tiempos y contextos. desandados, pero ya no desanudados, esperamos el dibujar del cuerpo de orrico.

convencidos, casi y sin decirlo desde el inicio, de que esta obra habrá de quedarse dentro del cuerpo de nuestra memoria. trazo a trazo, gesto, sonido y mirada, contenidos en un registros interno que, a la manera de ireneo fuentes (jl borges) se volvió de un día para otro, incapaz de olvidar, de olvidar cualquier detalle, incapaz y condenado a memorizarlo todo.  así hemos quedado aquellos que estamos el tiempo compartido con tony orrico mientras sufre y goza el pleno placer destructivo de la creación 'verdadera' de acuerdo a t.w. adorno. aquella que para existir se consume a sí misma. seamos pues ireneo si en ello logramos conservar el esfuerzo de un cuerpo que se entrega desnudo de pretensiones, confesando sus fallas y pequeñas hazañas, a un público de rostros desconocidos. esos que esperan de un extranjero que nos haga sentir 'algo' una mañana de sábado. como si fuera su papel-por derecho, el de entregarnos lo mejor de sí, porque aquí estamos, esperando... 

al final, el eje de la obra sobre el que orrico flotó y se arrastró durante 90 minutos en ida y vuelta, resta en blanco, como un camino descubierto a costa de un millón de empeños. a los lados, dos largas alas o algas de carbón gastado parecen estar ahí para recordarnos que a pesar de nuestras propias pretensiones, no somos ireneo. nuestra memoria debe ser mucho más parecida a ese empalme de trazos en desdibujo. potentes y decididos cunado aparecieron. incuestionables, urgentes, necesarios, impensables de otra manera. pero después, qué queda? qué textura es la que consume cuando almacena nuestra memoria? me supongo que, de ser en grafito sobre lienzo, tendrá mucha afinidad con estos cuerpos cansados y humildes, acaso misteriosos, en proceso de olvido de lo que fue su propia potencia.


pd. felicidades a la iniciativa curatorial marso por haber(nos) descubierto los trazos-en-cuerpo de tony orrico. (y doble por el nuevo espacio!)





3 de mayo de 2013

Entrevista | Estudio Macías Peredo –ganadores del concurso Pabellón Eco 2013

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Estudio Macías Peredo (EMP) en Guadalajara, México, está conformado por Magui Peredo y Salvador Macías. Ambos son egresados y profesores de la Escuela de Arquitectura del ITESO con maestría en la UPC de Barcelona. Ganadores del concurso del Pabellón Eco 2013 –presentando una de las ejecuciones más atinadas en la historia del concurso por la eficacia de su proyecto, economía de recursos, elocuencia, elegancia y sutileza de configuración espacial y estética. Su propuesta extrapola no sólo el concepto de lo que puede entenderse como un ‘pabellón’ sino la concepción esencial de lo que es un ‘patio’ –el patio de la ‘escultura habitable’ concebida por Mathias Goeritz en la Ciudad de México en 1953. Al respecto, los arquitectos comparten sus intenciones, proceso creativo e intereses de integración arquitectónica.



EMP: La propuesta final de lo que entendemos como la introducción de una ‘nueva diagonal’ en el patio del Museo Experimental El Eco es la síntesis de varios intentos por trabajar con las ‘preexistencias’ y, a partir de ellas, elaborar nuevas posibilidades espaciales para el patio del museo, promoviendo otra manera de entenderlo.
En una visita que hicimos al espacio una noche durante el proceso de elaboración de la propuesta nos encontramos con un patio multitudinario. Esto nos reveló que nuestra aproximación no podía entorpecer el aconter de los eventos que cotidianamente suceden ahí; también comprendimos que el visitante debía ser un actor importante en el proyecto. Esa noche descartamos las propuestas anteriores y surgió la final.
A partir de entonces cinco consideraciones que guiaron nuestras decisiones. La primera fue el deseo por trascender los límites del patio. Nos preguntábamos cómo podíamos establecer una relación con el parque; cómo “conectar” con la calle; y cómo manifestar que el museo también es un espacio público. ¿Podríamos desvanecer el límite que los divide?
La segunda consideración era trabajar con la retícula de barro del patio. Nos interesaba buscar una reinterpretación que recuerde y se apropie del material de barro que originalmente eligió Goeritz para el piso del patio. Goeritz decía que El Eco “se destacó y fue criticado precisamente por sus “absurdos” ángulos agudos.”[1] Por tanto, esta retícula racional dictada por el material era probablemente el único elemento que no participa de la idea que Goeritz utilizó como manifiesto crítico: muros diagonales y duelas distorsionadas. ¿Podríamos hacerla partícipe de una nueva expresividad?
La tercera, proponía dos cuestionamientos: ¿cómo convivir con los pabellones anteriores?; y ¿cómo no repetir los contenidos que habían explorado? La topografía, la cubierta y el muro, eran los temas hasta entonces abordados y nos parecía que cerraban un ciclo –el de los límites verticales y horizontales del patio. Debíamos intentar abrir uno nuevo: transformar lo existente.
La cuarta consideración fue nuestra renuncia a construir un objeto impuesto. Y, por último, debíamos atender la condición económica y la agilidad de construcción.
La idea de dibujar una pendiente sobre el suelo original hasta desaparecer el límite con la calle surgió como consecuencia natural de nuestra reflexión. Trabajamos con un nuevo suelo y también con el recuerdo de su condición original.
Goertiz decía que “la arquitectura emocional es un experimento para encontrar emociones en las cuales uno puede moverse”.[2] Jugar, elevar significativamente el plano horizontal (el suelo) parecía el medio ideal para concretar nuestras intenciones. Los efectos que tendría este nuevo patio inclinado nos resultaban evidentes: dejar atrás su carácter habitual estático y contenido; convertirse en un espacio que alberga un plano activo y transitable; y conectar lo que sucede dentro y fuera del museo. Hacia la calle, los visitantes se asoman. En sentido inverso, la pendiente es un foro que mira de frente a la galería principal del museo.
Pensar un pabellón de arquitectura nos dio la oportunidad de conducir nuestra reflexión hacia el tema del espacio y sus límites, más allá del objeto de diseño.
Escencialmente, el pabellón habla de un trabajo que poco tiene que ver con construir un volumen. Busca, en cambio, un gesto por evidenciar lo preexistente: el parque, la dinámica de la calle, el ventanal, el barro, la retícula, los árboles, las actividades y los visitantes del museo.


Liberados del compromiso de atender a un programa arquitectónico complejo, la propuesta nos permitió revalorar la arquitectura como un oficio que tiene la facultad de construir una idea poderosa en el espacio y considerarla una expresión artística. Esta noción estuvo siempre presente en nuestro proceso. Creemos que un pabellón de arquitectura no es un tema de composición sino de reflexión. 
"Estoy convencido, por fin, que la belleza plástica, en la actualidad, se presenta con más vigor donde menos interviene el llamado artista."[3] M. Goeritz


[1] Cuahonte, Leonor. El Eco de Mathias Goeritz. UNAM, México, 2007, p.103.
[2] Cuahonte, Leonor. El Eco de Mathias Goeritz. UNAM, México, 2007, p. 93.
[3] Goeritz, Mathias. Manifiesto ‘Estoy Harto’. México DF, 1963.

Imágenes: CORTESIA DEL MUSEO EXPERIMENTAL EL ECO | Fotógrafo: ALEX DORFSMAN