hace unos días me
buscaron del suplemento cultural de uno de los pocos periódicos —aún
reconocidos— en la ciudad de méxico para pedirme una entrevista. la encomienda:
responder a cinco —más bien intrascendentes— preguntas requeridas con urgencia
de un día a otro. en un acto que aún no me explico de dónde o por qué
vino a mí, contesté: 'sí'. contesté pues la entrevista a deshoras enmedio de un
mundo de pendientes y la entregué en tiempo.
afortunadamente he aprendido que, si no pides revisar la entrevista ANTES de la publicación y autorizarla o editar sobre lo (mal) editado que suelen (des)hacer entre palabras y sentidos ajenos; suceden verdaderas tragedias literarias, de opinion, verbales, de conciencia, de sentido común, de amor propio, etc.
con suerte, en esta
ocasión también puse esta condición antes de dar el sí; de tal suerte que el
viernes pasado a primera hora tenía en mi buzón mi entrevista pero, entremezclada con otras 2 entrevistas
provenientes de personajes del medio fotográfico cuyos nombres excluyo y de
cuyas opiniones me distancio.
en cuanto leí lo que estaba sucediendo en ese espacio de papel virtual que pronto dejaría de serlo, negué mi participación en la publicación y pedí editaran cualquier mención y/o opinión mía en el texto. hubo molestia y mucha confusión. la entrevistadora no entendía mi enojo a pesar de haberme ocultado abiertamente el hecho de que editaría mi entrevista a 1/3 de su capacidad (cuando primero me dijo, 'conteste usted tan extendido como le parezca conveniente'); como tampoco comprendió la gravedad del hecho de mezclar mis opiniones con otras dos ajenas y muy distantes a aquello que yo considero, entiendo y valoro como ‘buena’ fotografía; sobra decir que esta intención del texto final jamás fue mencionada en la amable invitación que me extendió la periodista.
así que, para no dejarla en un folder virtual, comparto en este espacio la entrevista que sucedió sin tener lugar ni generar acontecimiento. habiendo aprendido que no es suficiente requerir y revisar el texto propio antes de imprimir la publicación ajena, sino que hay que interrograr profusamente al entrevistador sobre sus intenciones, metodología y objetivos finales antes de dar el 'sí'.
venga pues la
entrevista que no sucedió (alterando un poco la redacción de las preguntas para
evitar un posible ‘plagio’):
· ¿Cómo es que las
herramientas tecnológicas y los programas computacionales como el instagram han afectado la llamada ‘fotografía
de artista’?
MQ: No creo que ningún adelanto
tecnológico ‘dañe’ a la fotografía de artista [ni amateur]; y en todo caso, si
así lo fuera, no sería fotografía de artista. Sería más interesante
preguntarnos cómo es que estas herramientas y programas han sido adoptados por
los artistas y qué desarrollo han impulsado en su trabajo. Mientras sigan
existiendo los medios [papel, químicos, impresoras], siempre restarán quienes
aboguen y practiquen la fotografía ‘tradicional’ entre soluciones,
temperaturas, revelados y densitometrías. Estos fotógrafos, como Elsa Medina,
Juan Carlos Rulfo y/o Yolanda Andrade, están completamente centrados en su
práctica desplegada entre las herramientas y formatos propios de la fotografía
que hoy pudiéramos llamar histórica; son ellos quienes deciden ignorar los
‘atributos’ tecnológicos novedosos [no a la inversa, es decir, una herramienta
tecnológica per se, es incapaz de
‘dañar’ si no hay quien la adopte o la desdeñe].
El
caso del maestro Carlos Jurado es un ejemplo idóneo. A finales de los los 60’s
e inicios de 1970 —cuando el fotoperiodismo en México estaba en completo auge y
nadie se atrevía a hacer [o mostrar] fotografías de tono intimista— Jurado
decidió testarudamente volver al origen del medio. Su apuesta y postura sería
desde entonces irreductible y desde aquellos años en los que fundó la
Licenciatura de Fotografía en la Universidad Veracruzana en Xalapa, hasta el
día de hoy, el hombre del unicornio continua creando exclusivamente imágenes
estenopeicas. En sus imágenes hay una magia, un tenor distinto a todo lo que he
visto antes y después; es una textura de temporalidad apresada la de la
estenopeica; una estética que no he encontrado en ninguno de los medios ni en
la obra de los fotógrafos actuales. [incluso, algunos de ellos, fotógrafos
jóvenes, están aprendiendo a crear fotos con la cámara estenopeica; así lo
mostró la XV bienal de fotografía convocada por el Centro de la Imagen en 2012,
en cuya edición tuve el placer de fungir como jurado con la fotógrafa, Elsa
Medina y el cineasta, Jesse Lerner]. Pero volviendo a Jurado y su ‘magia’,
fueron esas características etéreas de ensoñación, razones por las que decidí
escribir mi primer libro de teoría fenomenológica fotográfica; analizando una
selecta curaduría entre el amplio cuerpo de obra acumulado por el maestro
chiapaneco al día de hoy.
¿Cuál
es la línea divisoria que puede tenderse entre la ‘fotografía de artista’ y
aquella hecha por una persona que produce imágenes con medios caseros, como
pudiera ser con un celular o una tableta digital?
MQ: La línea que los distingue está en la
intención. Se pueden hacer fotografías considerables ‘arte’ [por ejemplo, hacer
imágenes con celulares o ipads lo
hacen artistas pos-conceptuales contemporáneos, incluso fotógrafos jóvenes];
como pueden hacerse imágenes carentes de cualquier valor estético con la mejor
cámara analógica o digital. El medio no destina el resultado.
Partiendo de ejemplos como la imagen
truqueada presente en la pasada edición de World
Press Photo, ¿cuál es su opinión sobre la veracidad de la imagen en una época
eminentemente tecnológica?
MQ: Ésta es una pregunta que nació con la
fotografía. Los primeros ‘observadores’ de las imágenes fotográficas del siglo
XIX, dudosos y desconfiados, lanzaban esta misma interrogante en los
periódicos, los salones de arte y los congresos temáticos sobre los avances fotográficos.
No olvidemos que el truqueo de las ‘imágenes hechas con luz’ [como poéticamente
se les nombró en sus orígenes], y también el fotomontaje, nacieron con el medio fotográfico. Parecería pues
propio derivar que la tentación y necesidad por intervenir la ‘realidad
capturada’ es un impulso humano tan invencible como imperecedero.
¿En
qué estatus se encuentra la fotografía profesional dentro de las artes
visuales?
MQ: La fotografía ha cobrado un auge
impresionante de unas dos o tres décadas hacia el presente. Incluso, resulta ya
anacrónico enfatizar una distinción nominal entre ‘fotógrafo contemporáneo’ y
un ‘artista contemporáneo’.
¿Hacía
donde ve usted el futuro de la
fotografía?
MQ: Lo ‘veo’ románticamente, como
quisiera que deviniera en el tiempo sin tener que ser testigo de la extinción
de la fotografía analógica. Pero, ¿hacia dónde ‘va’? —es sin duda una cuestión
otra, independiente, y muy
posiblemente alejada de mis propios deseos.