3 de mayo de 2013

Entrevista | Estudio Macías Peredo –ganadores del concurso Pabellón Eco 2013

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Estudio Macías Peredo (EMP) en Guadalajara, México, está conformado por Magui Peredo y Salvador Macías. Ambos son egresados y profesores de la Escuela de Arquitectura del ITESO con maestría en la UPC de Barcelona. Ganadores del concurso del Pabellón Eco 2013 –presentando una de las ejecuciones más atinadas en la historia del concurso por la eficacia de su proyecto, economía de recursos, elocuencia, elegancia y sutileza de configuración espacial y estética. Su propuesta extrapola no sólo el concepto de lo que puede entenderse como un ‘pabellón’ sino la concepción esencial de lo que es un ‘patio’ –el patio de la ‘escultura habitable’ concebida por Mathias Goeritz en la Ciudad de México en 1953. Al respecto, los arquitectos comparten sus intenciones, proceso creativo e intereses de integración arquitectónica.



EMP: La propuesta final de lo que entendemos como la introducción de una ‘nueva diagonal’ en el patio del Museo Experimental El Eco es la síntesis de varios intentos por trabajar con las ‘preexistencias’ y, a partir de ellas, elaborar nuevas posibilidades espaciales para el patio del museo, promoviendo otra manera de entenderlo.
En una visita que hicimos al espacio una noche durante el proceso de elaboración de la propuesta nos encontramos con un patio multitudinario. Esto nos reveló que nuestra aproximación no podía entorpecer el aconter de los eventos que cotidianamente suceden ahí; también comprendimos que el visitante debía ser un actor importante en el proyecto. Esa noche descartamos las propuestas anteriores y surgió la final.
A partir de entonces cinco consideraciones que guiaron nuestras decisiones. La primera fue el deseo por trascender los límites del patio. Nos preguntábamos cómo podíamos establecer una relación con el parque; cómo “conectar” con la calle; y cómo manifestar que el museo también es un espacio público. ¿Podríamos desvanecer el límite que los divide?
La segunda consideración era trabajar con la retícula de barro del patio. Nos interesaba buscar una reinterpretación que recuerde y se apropie del material de barro que originalmente eligió Goeritz para el piso del patio. Goeritz decía que El Eco “se destacó y fue criticado precisamente por sus “absurdos” ángulos agudos.”[1] Por tanto, esta retícula racional dictada por el material era probablemente el único elemento que no participa de la idea que Goeritz utilizó como manifiesto crítico: muros diagonales y duelas distorsionadas. ¿Podríamos hacerla partícipe de una nueva expresividad?
La tercera, proponía dos cuestionamientos: ¿cómo convivir con los pabellones anteriores?; y ¿cómo no repetir los contenidos que habían explorado? La topografía, la cubierta y el muro, eran los temas hasta entonces abordados y nos parecía que cerraban un ciclo –el de los límites verticales y horizontales del patio. Debíamos intentar abrir uno nuevo: transformar lo existente.
La cuarta consideración fue nuestra renuncia a construir un objeto impuesto. Y, por último, debíamos atender la condición económica y la agilidad de construcción.
La idea de dibujar una pendiente sobre el suelo original hasta desaparecer el límite con la calle surgió como consecuencia natural de nuestra reflexión. Trabajamos con un nuevo suelo y también con el recuerdo de su condición original.
Goertiz decía que “la arquitectura emocional es un experimento para encontrar emociones en las cuales uno puede moverse”.[2] Jugar, elevar significativamente el plano horizontal (el suelo) parecía el medio ideal para concretar nuestras intenciones. Los efectos que tendría este nuevo patio inclinado nos resultaban evidentes: dejar atrás su carácter habitual estático y contenido; convertirse en un espacio que alberga un plano activo y transitable; y conectar lo que sucede dentro y fuera del museo. Hacia la calle, los visitantes se asoman. En sentido inverso, la pendiente es un foro que mira de frente a la galería principal del museo.
Pensar un pabellón de arquitectura nos dio la oportunidad de conducir nuestra reflexión hacia el tema del espacio y sus límites, más allá del objeto de diseño.
Escencialmente, el pabellón habla de un trabajo que poco tiene que ver con construir un volumen. Busca, en cambio, un gesto por evidenciar lo preexistente: el parque, la dinámica de la calle, el ventanal, el barro, la retícula, los árboles, las actividades y los visitantes del museo.


Liberados del compromiso de atender a un programa arquitectónico complejo, la propuesta nos permitió revalorar la arquitectura como un oficio que tiene la facultad de construir una idea poderosa en el espacio y considerarla una expresión artística. Esta noción estuvo siempre presente en nuestro proceso. Creemos que un pabellón de arquitectura no es un tema de composición sino de reflexión. 
"Estoy convencido, por fin, que la belleza plástica, en la actualidad, se presenta con más vigor donde menos interviene el llamado artista."[3] M. Goeritz


[1] Cuahonte, Leonor. El Eco de Mathias Goeritz. UNAM, México, 2007, p.103.
[2] Cuahonte, Leonor. El Eco de Mathias Goeritz. UNAM, México, 2007, p. 93.
[3] Goeritz, Mathias. Manifiesto ‘Estoy Harto’. México DF, 1963.

Imágenes: CORTESIA DEL MUSEO EXPERIMENTAL EL ECO | Fotógrafo: ALEX DORFSMAN