Estudio
Macías Peredo (EMP) en Guadalajara, México, está conformado por Magui Peredo y
Salvador Macías. Ambos son egresados y profesores de la Escuela de Arquitectura
del ITESO con maestría en la UPC de Barcelona. Ganadores del concurso del
Pabellón Eco 2013 –presentando una de las ejecuciones más atinadas en la
historia del concurso por la eficacia de su proyecto, economía de recursos,
elocuencia, elegancia y sutileza de configuración espacial y estética. Su
propuesta extrapola no sólo el concepto de lo que puede entenderse como un
‘pabellón’ sino la concepción esencial de lo que es un ‘patio’ –el patio de la
‘escultura habitable’ concebida por Mathias Goeritz en la Ciudad de México en
1953. Al respecto, los arquitectos comparten sus intenciones, proceso creativo
e intereses de integración arquitectónica.
EMP: La propuesta final de lo que entendemos como la introducción de una ‘nueva diagonal’ en el patio del Museo Experimental El Eco es la síntesis de varios intentos por trabajar con las ‘preexistencias’ y, a partir de ellas, elaborar nuevas posibilidades espaciales para el patio del museo, promoviendo otra manera de entenderlo.
En una
visita que hicimos al espacio una noche durante el proceso de elaboración de la
propuesta nos encontramos con un patio multitudinario. Esto nos reveló que
nuestra aproximación no podía entorpecer el aconter de los eventos que
cotidianamente suceden ahí; también comprendimos que el visitante debía ser un
actor importante en el proyecto. Esa noche descartamos las propuestas
anteriores y surgió la final.
A partir de
entonces cinco consideraciones que guiaron nuestras decisiones. La primera fue
el deseo por trascender los límites del patio. Nos preguntábamos cómo podíamos
establecer una relación con el parque; cómo “conectar” con la calle; y cómo
manifestar que el museo también es un espacio público. ¿Podríamos desvanecer el
límite que los divide?
La segunda
consideración era trabajar con la retícula de barro del patio. Nos interesaba
buscar una reinterpretación que recuerde y se apropie del material de barro que
originalmente eligió Goeritz para el piso del patio. Goeritz decía que El Eco
“se destacó y fue criticado precisamente por sus “absurdos” ángulos agudos.”[1] Por tanto, esta retícula racional dictada por el material
era probablemente el único elemento que no participa de la idea que Goeritz
utilizó como manifiesto crítico: muros diagonales y duelas distorsionadas.
¿Podríamos hacerla partícipe de una nueva expresividad?
La
tercera, proponía dos cuestionamientos: ¿cómo convivir con los pabellones
anteriores?; y ¿cómo no repetir los contenidos que habían explorado? La
topografía, la cubierta y el muro, eran los temas hasta entonces abordados y
nos parecía que cerraban un ciclo –el de los límites verticales y horizontales
del patio. Debíamos intentar abrir uno nuevo: transformar lo existente.
La
cuarta consideración fue nuestra renuncia a construir un objeto impuesto. Y,
por último, debíamos atender la condición económica y la agilidad de
construcción.
La idea de
dibujar una pendiente sobre el suelo original hasta desaparecer el límite con
la calle surgió como consecuencia natural de nuestra reflexión. Trabajamos con
un nuevo suelo y también con el recuerdo de su condición original.
Goertiz
decía que “la arquitectura emocional
es un experimento para encontrar emociones en las cuales uno puede moverse”.[2] Jugar, elevar significativamente el plano horizontal (el
suelo) parecía el medio ideal para concretar nuestras intenciones. Los efectos
que tendría este nuevo patio inclinado nos resultaban evidentes: dejar atrás su
carácter habitual estático y contenido; convertirse en un espacio que alberga
un plano activo y transitable; y conectar lo que sucede dentro y fuera del
museo. Hacia la calle, los visitantes se asoman. En sentido inverso, la
pendiente es un foro que mira de frente a la galería principal del museo.
Pensar un
pabellón de arquitectura nos dio la oportunidad de conducir nuestra reflexión
hacia el tema del espacio y sus límites, más allá del objeto de diseño.
Escencialmente,
el pabellón habla de un trabajo que poco tiene que ver con construir un
volumen. Busca, en cambio, un gesto por evidenciar lo preexistente: el parque,
la dinámica de la calle, el ventanal, el barro, la retícula, los árboles, las
actividades y los visitantes del museo.
Liberados del compromiso de atender a un programa arquitectónico complejo, la propuesta nos permitió revalorar la arquitectura como un oficio que tiene la facultad de construir una idea poderosa en el espacio y considerarla una expresión artística. Esta noción estuvo siempre presente en nuestro proceso. Creemos que un pabellón de arquitectura no es un tema de composición sino de reflexión.
"Estoy
convencido, por fin, que la belleza plástica, en la actualidad, se presenta con
más vigor donde menos interviene el llamado artista."[3] M. Goeritz
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