este
es el segundo performance de tony orrico que he podido presenciar en vivo. además, en esta ocasión
pude escribir estas palabras durante el proceso en que su cuerpo dejaba de sí los
trazos vibrado y energéticos sobre el papel. debe haberse fijado en ellas alguna consonancia-en-cuerpo al pasar los minutos que uno al lado del otro deshicimos de horas.
penwald drawing: wrist on walk 2011
inicia con el artista sentado en un cuarto vacío con una mesa cuadrada de
madera enfrente, no muy grande, acaso metro y medio por lado. orrico no despega
las muñecas del papel en ningún momento. esta es la consigna corporal de la
obra. así que el movimiento de todo el cuerpo –especialmente el abdomen, los
hombros, la espalda, el cuello y los brazos, fluyen hacia los dedos desde donde
se desprenden como líneas quebradas hacia el papel. son temblores rítmicos ue
emanan de la contracción de los músculos de la caja toráxica. los dedos reciben
y sostiene, tensos, las posturas de los dos delgados lápices que hacen por
instrumento. poco a poco esas vibraciones cortas y desnudas van formando dos,
luego cuatro; seis … y hasta ocho pares de alas que se enlazan sobre el
diámetro del alcance de las manos, pero cuyo origen equidistante no se toca por
próximo que esté. a veces abre las manos casi por completo sosteniendo los
lápices apenas con un dedo. otras, los apresa con toda la mano como si en un
rictus artrítico incontrolado. los hombros de contraen para dirigir los giros
de la muñeca —evidenciando el germen articulado-corporal del trazo.
la
espalda se mantiene casi siempre recta pero inclinada hacia delante conforme
necesita el cuerpo alcanzar zonas más lejanas del lienzo. alas. las
piernas semi-flexionadas marcan el ritmo e intensidad de las vibraciones de
colaboración con hombros y abdomen siempre en ángulo de 45º. la mirada siempre
ve sin ver un punto delante, fuera del lienzo, fuera del rostro. respira
rítmicamente inhalando por la nariz y exhalando por la boca. todo es sutil,
suave, paciente, pero evidente e innegable la cantidad de energía contenida en
el cuerpo del artista/bailarín emanando incansable en cada milímetro trazado,
replicado el vibrar del cuerpo.
cuando
comienza a aparecer el tercer par de alas el medio cuerpo se extiende casi x
completo sobre la mesa. el torso queda casi rozando el lienzo y los codos en
ángulo sostienen los lápices con presiona en 45 grados hacia los extremos del
papel. dos medios círculos abren el siguiente par de alas. las únicas líneas
'puras', continuas, fluidas. pero entonces del punto último de sus esquinas
exteriores, comienza el vibrar de nuevo. las manos vuelven a su juego de
posiciones y tensión. quizá es tiempo ya en que es la memoria corporal la que
los mueve haciendo el dibujo por sí mismo. los ojos ya se han cerrado, en algún
momento del proceso, pero el cabello sobre el rostro escondió el tiempo. así es
como orrico deja ver, confía al público la confianza y condición-en-certeza que
alberga su cuerpo. no se necesita la mirada, la composición no depende del ojo.
es producto de la antropometría en movimiento se sus muñecas, ceñidas, como si
dependiendo en vida del contacto con ese trozo de papel que sobre una mesa hace
apenas 40 minutos yacía blanco, inerte, sin historias que contar.
ahora
es el tiempo de una vida lo que se ha grabado en su superficie. los esfuerzos
vanos y vitales de un hombre delgado de edad indefinida y ojos claros. un
cuerpo vestido de negro que deja ver sólo las manos desde el punto que las
convierte en continuidad del brazo, del hombro, del tórax, del cuerpo: las
articulaciones que hacen posible a las manos, moverse para posarse en infinidad
de condiciones, posturas, identidades, intensidades.
de
cerca, el dibujo hecho de alas imperfectas vueltas de fragilidad confiesa los
tiempos de vencimiento en la batalla entre el grafito y la inerme superficie.
hay distintos grosores, casi incalculables aun cuando se pudiera creer que solo
un numero finito de intensidades de trazo pueden acumularse o derivar de un par
de lápices de grafito de ancho común. sin embargo son incontables y en su
suceder se llevan unos a otros
demostrando sus cambios de tenor, timbre, intensidad y dirección. mudanzas de
destino que albergan los dedos que guían casi a su pesar dos juegos de líneas
como alas que se acumulan unas sobre otras para decirse entre ellas que el
recorrido está (en)vuelto de(en) equívocos.
penwald 1: 1 circle (2009) | marso. noche del 25 de abril, 2013
en su
segundo performance de la noche, orrico nos muestra sus movimientos dibujados
como si nadara sobre la superficie congelada de un lago; aletea con dos
grafitos en las manos. esta vez sí los sostiene con toda la mano, como se haría
con un arma, o la mano de un niño. las piernas que se sostienen sobre la punta
de los pies, van rota do conforme se abren y cierran la abertura que daría un
paso a un lado. así va girando y dejando la huella de esos aleteos en
semicírculos que jamás se tocan, sólo se sobrenen formando poco a poco un
entramado cada vez más opaco, grisáceo, denso. pero en esta pieza el sonido es
casi igual de importante que el trazo. orrico ha cerrado los ojos de nuevo,
también yo. el ritmo que dictan los deslizamiento del grafito sobre el blanco y
terso lienzo tiene el tenor de una ola. recurrentes llegadas acuosas sobre
alguna roca que se escuchara a la lejos. no enfurecido pero sí constante,
tranquilizante, confiados nos hace sentir de haber encontrado una suerte de
continuidad. agradecidos, escuchando, somos parte de algo más grande que
nuestra propia realidad —ahora insignificante, si tan solo por esta noche—
somos parte de una comunidad de escuchas entre el trazo de un cuerpo que
demuestra la fuerza de la decisión, la insistencia y la pasión.
penwald 3: circle on knees (2009) .
hincado, brazos caídos a
los lados, orrico se deja llevar en la reiteración de un movimiento pendular
hasta completar un círculo hecho de varias circunferencias. los grafitos dejan
delgadas líneas y puntos aparentemente erráticos, líneas de fuerza, rectas,
decidas por un trazo corporal no dirigido por la mirada sino por el brazo y su
campaneo. pero hay otra circunferencia, bastante más sutil, como huella de
estancia que trazan las puntas de los pies conforme avanzan en pequeñísimos
pasos sobre el eje del cuerpo arrodillado. una tercer circunferencia la dibuja
inintencionadamente la mano que roza el papel donde han sido entramadas las
líneas finas, rectas y decididas de ambos carbones.
penwald 6: project recoil (2011)
cuarto performance –
mañana del 26 de abril, 2013 . galería marso
el lienzo esta vez es
largo y delgado (1.5 x 4m aprox.). orrico se coloca acostado con el rostro en
contra del muro. en ambas manos dos grafitos de ancho medio y del alto que alberga
su mano. conforme se acerca la hora de inicio del tiempo de la pieza (90min) el
bailarín se comprime con los pies sobre el muro flexionando las piernas por
completo a los lados, como lo haría una rana. los brazos doblados a los
costados sostienen los carbones a la altura de los hombros y esperan. en un
instante sucede todo. el cuerpo comprimido se proyecto sobre el lienzo con toda
la fuerza que tiene dentro estirando piernas y brazos hacia adelante como si
fuese un proyectil. la imagen es bella en sí misma, el cuerpo luchando por
encontrar la manera de trascender sus propios límites de movilidad. casi
volando, el cuerpo flota sin dejar de tocar el lienzo, dejando como huella su
marca. recta cuando lanza y en semicírculos cuando regresa en siete tiempos
recorriendo el camino que por principio, casi altanero, casi feliz, el cuerpo
ha querido rebasar sin esfuerzo. ahora, como siempre, el regreso cobra los
precios que no se consideraron al avance pronto, enfrascados en sus ideales,
extendido de convicción y poder.
conforme
se van sumando las explosiones en propulsión, el cuerpo va dejando señas de su
cansancio, en la respiración audible del cuerpo actuando, como en la 'lejanía'
a la que llega con sus impulsos, siendo que cada impulso va marcando en dos
rayas horizontales, el límite al que llegan los brazos. con el tiempo, esas
marcas-de-medida (como las que marcan los padres sobre la cornisa de alguna
puerta para evidenciar el crecimiento de altura del cuerpo de sus hijos) se van
haciendo cada ves un poco más cortas, menos potentes. dejando ver el
resto-sucediendo de una fuerza insistente, incansable, pero no invencible.
ciegamente humana. con el tiempo, esos medios círculos se hacen ya casi negros,
desgastados y re-trazados, dejando evidencia de su ser-campo de batalla.
¿qué
busca orrico con este gesto exigente y agotador? ¿qué quiere regalarnos su
cuerpo? ¿o será mejor preguntar qué es lo que recibe? ¿qué toma de cada
propulsión? ¿qué recibe del contraerse una y otra vez hasta que consigue
despertar en su fuero interno la fuerza para seguir creyendo? ¿qué es lo que a
su cuerpo insufla cuando flota conteniendo la respiración en un estado de pura
suspensión como aquel salto eterno al vacío de yves klein? ¿es este tiempo
suspendido en el placer de la posibilidad del todo tan fugaz y verdadero que
sucede justo en el tiempo en que la obra está consumiéndose a sí misma? ¿es
esto de lo que hablaba adorno?
como
espectadores, con orrico hacemos eso, esperamos. esperamos a ver, a ser
testigos, a seguir escuchando, a ser parte de su respiración, de su estrategia,
de su entrega en tiempo vivo. como espectadores de las obras de tony orrico,
esperamos. la espera por lo general puede tener muchos devenires; muy dispares
resultados; impredecibles respuestas, o ninguna. hay cientos de esperas
inertes, inermes, esas son las que consumen el cuerpo y el alma. no sabemos,
después de 30, 40 minutos si esta espera traerá consigo, para nosotros, algo
del innegable vigor que orrico ha invertido en ella. desconocemos.
desconocidos. desandados de sus trazos, esos que son sólo suyos, porque es su
cuerpo único y propio el que puede hacer esas marcas. no hay otro en
complexiones, anatomía y condiciones de salud y consistencia corporal, quien
pudiera replicar con exactitud su pieza. ni siquiera él mismo. cada penwald drawing es único, aun si
repetido en distintas sedes, tiempos y contextos. desandados, pero ya no
desanudados, esperamos el dibujar del cuerpo de orrico.
convencidos,
casi y sin decirlo desde el inicio, de que esta obra habrá de quedarse dentro
del cuerpo de nuestra memoria. trazo a trazo, gesto, sonido y mirada,
contenidos en un registros interno que, a la manera de ireneo fuentes (jl
borges) se volvió de un día para otro, incapaz de olvidar, de olvidar cualquier
detalle, incapaz y condenado a memorizarlo todo. así hemos quedado aquellos que estamos el tiempo compartido
con tony orrico mientras sufre y goza el pleno placer destructivo de la
creación 'verdadera' de acuerdo a t.w. adorno. aquella que para existir se
consume a sí misma. seamos pues ireneo si en ello logramos conservar el
esfuerzo de un cuerpo que se entrega desnudo de pretensiones, confesando sus
fallas y pequeñas hazañas, a un público de rostros desconocidos. esos que
esperan de un extranjero que nos haga sentir 'algo' una mañana de sábado. como
si fuera su papel-por derecho, el de entregarnos lo mejor de sí, porque aquí
estamos, esperando...
al
final, el eje de la obra sobre el que orrico flotó y se arrastró durante 90
minutos en ida y vuelta, resta en blanco, como un camino descubierto a costa de
un millón de empeños. a los lados, dos largas alas o algas de carbón gastado
parecen estar ahí para recordarnos que a pesar de nuestras propias
pretensiones, no somos ireneo. nuestra memoria debe ser mucho más parecida a
ese empalme de trazos en desdibujo. potentes y decididos cunado aparecieron.
incuestionables, urgentes, necesarios, impensables de otra manera. pero
después, qué queda? qué textura es la que consume cuando almacena nuestra
memoria? me supongo que, de ser en grafito sobre lienzo, tendrá mucha afinidad
con estos cuerpos cansados y humildes, acaso misteriosos, en proceso de olvido
de lo que fue su propia potencia.
pd. felicidades a la iniciativa curatorial marso por haber(nos)
descubierto los trazos-en-cuerpo de tony orrico. (y doble por el nuevo espacio!)