la sola asociación cinematográfica que convocan los nombres
sergei eisenstein y peter greenaway sería suficiente para imaginar un sin fin
de excitantes conjunciones con una potencia dirigible en infinitas e
inesperadas direcciones —aún, como es el caso que aquí nos ocupa— sabiendo que
el tema/tiempo al que habría que ceñirse es breve siendo que atiende
exclusivamente los diez días que eisenstein visitó guanajuato, méxico. enunciar
en un mismo proyecto ambos cineastas hace casi imposible no creer, como si (pace derrida) con garantía absoluta, que se va a encontrar uno en
la oscuridad de la sala inmerso en un cuerpo cinematográfico estética y/o
históricamente sustancial, digamos incluso ‘importante’ dentro de la
historiografía fílmica tanto del autor ‘vivo’, como del autor referido, como
del género cinematográfico en sí mismo.
desafortunadamente, lo que quedó en mí fue —por
decirlo de la manera más ‘políticamente correcta’ (por el momento) un azoro
bastante mayor a las altas
expectativas con las que asistí al esperado estreno de eisenstein en guanajuato (2015) dirigida por peter greenaway.
así, sobre mi experiencia como espectadora (digamos
‘medianamente conocedora’ tanto del contexto del filme como de los personajes
en cuestión) el efecto y/o ‘resultado’ gestado fue muy claro: una trágica
decepción imposible de justificar.
para empezar habría pues que decir que lo único que
consiguió greenaway en ésta, su más reciente obra cinematorgráfica fue rodar,
editar, montar y presentar al mundo una aburridísima película pornográfica
‘ligera’ plena de figuras desenlazables e inexactitudes históricas, entre otras
varias ‘fallas’, ausencias o desintereses ‘contextuales’ —en el más amplio sentido
del término. lo que supongo devela aquello que al muy reconocido director
británico le pareció ‘suficiente’ información documental (tanto en cantidad de
‘material’ como en calidad, contenido, intención, significación, pertinencia,
necesidad, etc., y sus posibilidades de relectura contemporánea) para crear a
partir de ello una especie de engarzamiento por (des)encuentros físicos y
simbólicos cinemtográficos; así como una dudosa ‘continuidad’ entre situaciones
que ‘pudieron’ haber sido posibles (ya bastante criticadas y puestas en duda
por numerosos y respetados críticos y especialistas en cine europeos).
configuraciones que aparentemente greenaway decidió
precisas y suficientes para crear un filme astuto, inteligente y hábil para desarrollarse
sobre su propia estructura —como hasta ahora lo había hecho en incontables
ocasiones durante su notable carrera como director.
pero no esta vez.
tristemente, con eisenstein
en guanajuato greenaway nos obliga a conformarnos con un abiertamente trágico
(por la absoluta evidencia de una infinidad de carencias para un cineasta de su
trayectoria) filme mini-biográfico (si tal) del brevísimo tiempo que durante la
primera mitad del siglo xx, pasó el director soviético sergei eisenstein reconocido
mundialmente —si tan sólo por la maestría creativa cuya revelación visual
convirtió su filme battleship potemkin
(1925) en un parteaguas fotográfico y de montaje narrativo en la producción cinematográfica—
aún cuando su producción fílmica incluiría durante su desarrollo otras obras de
gran sustancia.
quienes hacen favor de leerme con mayor o menor asiduidad
en este espacio dado como falladecortante
(mismo que he tenido descuidado por meses y me disculpo sinceramente con mis
lectores), como en los otros medios en los que publico (artforum, artnexus),
saben que muy rara vez escribo sobre cine.
esta desatención sobre el tema o género
cinematográfico lejos está de responder a un falta de interés —siendo que el
mundo creado por el cine es una de mis pasiones; me temo que simplemente, hace
mucho tiempo que no he tenido el inmenso placer que supone ver un filme con la
calidad suficiente como para escribir sobre él. y, por obtuso que resulte, la
razón de este escrito tampoco responde a lo que gustosamente intencionaría mi
escritura cinéfila con mayor asiduidad como pretendo hacerlo en u futuro no tan
remoto.
así pues —si hubiera alguien a quien le interesara
‘defender’ eisenstein en guanajuato —
sobre mi postura ante la más reciente película de greenaway podría decir que no supe “apreciar debidamente la obra”
probablemente debido a mi “falta de práctica en el ejercicio de un aparato
crítico propiamente cinematográfico”; así como se pudieran atacar mis
“carencias de conocimiento profesional sobre el género cinematográfico” —ambos
argumentos perfectamente sostenibles, en un dado caso. sin embargo, me temo que
no se requiere más que de un mínimo sentido común para poder articular algunos
comentarios justos y certeros sobre el filme de greenaway, —a quien, he de
confesar, hasta antes de ver esta obra— admiraba profundamente.
por enunciar solamente un ejemplo, pensando en the draughtsman’s contract (1982) desde
este mismo escritorio, momento y lugar podría con gran orgullo y respeto escribir
un libro —si tan sólo sobre una o dos de las tomas; o bien, un compendio de
ensayos reflexionando sobre las capacidades narrativas, simbólicas y dialógicas
entre un par de las muchas brillantes secuencias que arman el cuerpo de esa
película.
el asunto es que, con eisenstein en guanajuato, mi altamente decepcionada mirada cinéfila
solamente encuentra en este intento de filme un remedo poscolonialista (si
fuera a merecer incluso el término, y esto sólo por coincidencia en
temporalidad histórica) pornográfico de muy baja calidad —aún a pesar de la
estética de violento atractivo que acertadamente (des)monta algunas aisladas
secuencias entre las sobreactuadas y patéticamente estereotipadas actuaciones
de los personajes en cuestión.
hablando por ejemplo de las locaciones elegidas para
rodaje, greenaway se conformó con tomar dos de los rincones más ‘lujosos’ de un
solo/mismo edifico —a saber el lujosos interior orientalista del teatro juárez,
inaugurado en 1910 por el ya casi exiliado-presidente porfirio díaz —dentro de
sus ‘afrancesados, elitistas y costosos festejos’ en conmemoración del
centenario de la llamada independencia del yugo español— para convertirlos en
sus ‘salones’ principales. uno —el escenario del teatro del que hizo uso para
emplazar la alta calidad interpretativa de la orquesta sinfónica de la
universidad de guanajuato, como una especie de música recortada en escenas
reiterativas como temas visuales, sin mayor respeto a ninguno de los
componentes sino al ‘efectismo’ buscado por el cineasta; y el otro ‘salón’ fue
convertir el lobby de la segunda planta del teatro en una supuesta habitación
de hotel de eisenstein.
queda claro que la elección reiterativa del espacio
responde no sólo a la estética de (in)visibilidad que el piso de bloques de
vidrio tallado que le permite jugar con lo ‘desconocido’ biográficamente
hablando de la sexualidad del visionario creador de strike (1925), october
(1928), ivan the terrible (1944),
entre otras, sino que greenaway inventa esa supuesta habitación donde acontece
gran parte de la película, con un supuesto despliegue y derroche de ‘lujo’ aún
cuando queda siempre absolutamente señalado y sobreentendido —un
“lujo-tercermundista”— que quizá ni el delirante dictador exiliado porfirio
díaz hubiera imaginado.
es así como la revelación/revolución sexual del
director ruso en manos del ‘actor secundario’ —quien asume la encomienda de ser
su guía las 24 horas del día desde que eisenstein pone un pie sobre el terroso
piso de las calles guanajuatenses, encargándose de hacerle conocer ‘todo’ lo
que podía haberle resultado de interés en la ciudad— se constituye (o mejor
dicho, intenta hacerlo) como el elemento que intenta sostener el esqueleto y
hacer vibrar la nervadura de la película.
elección y desarrollo que deriva por completo
insuficiente.
tanto el esqueleto como las derivas nerviosas se
confiesan tempranamente en la película como elementos, construcciones,
situaciones y personajes absolutamente quebradizos y por completo carentes de
complejidad —aún en lo que podría
llamarse su ‘simplicidad’ estética; por supuesto no intento referir con este comentario
la obligatoria existencia de una complejidad narrativa como requisito o
comprobación de ‘calidad’ o ‘contenido’ de ninguna forma cinematográfica ni
artística. sucede que la ‘economía’ de recursos que la narrativa toma como
nodos con el peso suficiente para dar continuidad e interés suficiente a la
obra que greenaway eligió no consiguieron ni lo uno ni lo otro; configurándose
en una suerte de reiteraciones visuales de lo que sin dudarlo me atrevo a
llamar una aproximación crasa y francamente vulgar* de un ¿pos?-colonialismo
—en el mejor de los casos. (*nota: la vulgaridad a la que me refiere no tiene
nada que ver con los aspectos sexuales y/o sensuales que va (des)hilvanando la
trama, sino con un profundo y evidente desinterés cultural contextual histórico
que greenaway hace tan evidente que resulta obsceno.)
de tal suerte que, no hay necesidad de mantener en
estas palabras —como tampoco en el tiempo que involucra su lectura— sino la
temporalidad presente hasta aquí atendida, pues simplemente me resulta
imposible y fatuo tratar de encontrar en la película eisenstein en guanajuato de peter greenaway, nada más que valga la
pena discutir, intentar discernir, desentrañar, derivar, trazar relaciones o
simplemente recordar y representar ahora con el lenguaje escrito. quizá tan
sólo la franca urgencia de haberse ‘hecho cargo’ —como director de la calidad
con la que peter greenaway ha constituido su trayectoria—, y, por lo menos,
haber leído y comprendido las muchas esenciales reflexiones que edward said conjuga
en orientalism (1978) —lectura que
debiera ser obligatoria para cualquiera que intente trabajar
—inevitablemente-con-una-mirada-que-viene-de-fuera—
con una cultura —cualquiera que sea— que no es la propia; y no solamente
quedarse, si fuera éste el mejor de los pronósticos literario-contextuales, con
una hojeada de under the volcano (1947) de malcolm lowry; o, en el mejor/peor de los casos, no
conformase con una (posible) lejana lectura de ídolos tras los altares (1929) de anita brenner. bibliografía mínima
e insuficiente que, sin embargo pudiera resultar aparentemente justificable por
los años en los que acontecen los sucesos atendidos por el filme. pero ni
siquiera pensando en este escuálido contexto cultural/histórico supongo la
suficiencia contextual cultural que intenta replicar o reinterpretar, exotizando hasta lo burlesco, el filme en el tiempo del presente que
evoca.
justamente en ello radicaría la gran diferencia entre
lo que jacques derrida y el infinitamente agradecible peso de su herencia nos
ha dejado la tarea de comprender no sólo la extranjería y sus infinitas capas
de significación, sino la importancia —diría yo incluso— la vitalidad por
comprender los velos y matices con los que debiera tratar de comprenderse y acercarse
a la representación del encuentro con la otredad; las infinitas implicaciones
que trae consigo la sola concepción de la hospitalidad; la responsabilidad y
despojos que devienen del ser hospitalario; por mencionar algunos temas
cruciales que debieron haber —por lo menos— matizado la estética contextual del
filme. extrañamente, pre-considerando que estaría uno frente a una obra de
peter greenaway, no era mucho creer que podíamos esperar la inteligencia
necesaria para poder ver ‘algo’ de lo
filmado si tan sólo con el dejo de una mirada-hospitalaria.
marcela quiroz luna
guanajuato,
mx. febrero, 2016