6 de agosto de 2011

PREFERIRÍA NO HACERLO| IGNACIO URIARTE


Intenté sin éxito ser más muebles, pero ni eso me fue concedido.

Así que he sido toda mi vida un solo mueble, lo cual,

después de todo,

no es poco si pensamos que lo demás es silencio.”

Clément Cadou citado por Georges Perec

citado por Enrique Vila-Matas en Bartleby y compañía



Para escribir intento elegir días de cuerpo ligero y ánimo dispuesto, sin embargo hoy ‘preferiría no hacerlo’. Parece más pertinente, incluso necesario, estar corporalmente cansado y emocionalmente renuente para hablar de esta exposición –sin duda, en su estar modesto, la propuesta expositiva más interesante que se expone en la Ciudad de México este verano. Preferiría no hacerlo del artista (germano-español) Ignacio Uriarte se exhibe desde el mes de julio en la Casa del Lago pespunteada por la elocuente curaduría de Materia de Dibujo a cargo de Caroline Montenat.


La muestra se organiza en 3 salas y un pequeño vestíbulo en el que un ‘guardia’ de atuendo informal parece hacer lo que Bartleby sentado en un silla no muy cómoda de frente a la cédula introductoria, como si ignorándola. En ella se nos explica que el artista en turno viene del mundo oficinista habiendo sido formado como administrador de empresas. También se tienden atinadamente sus relaciones con la lapidaria frase del personaje, también oficinista, de Herman Melville que titula la muestra.


Conviene empezar el recorrido por la sala más pequeña donde se ordenan 3 proyectores sobre los muros con 3 animaciones. Una de ellas –cuyo audio invade tenuemente la sala entre tecleos de lo que parece una vieja máquina de escribir– resulta especialmente atinada para ajustar el tono de la obra del artista seleccionada para esta muestra. La obra vorwärts rückwärts (2005) juega con las letras que avanzan de izquierda a derecha a izquierda sobre un renglón invisible (de)formando una y dos palabras que pudieran ser todas, infinitas, y a la vez ninguna si hubiera de quedarse estática la composición. Resulta casi ‘visible’ el acontecimiento de la diferancia (différance) derridiano, en el diferir se inscribe la diferencia. Y a la vez, en el ritmo secuenciado del tecleo invocado se asume de golpe y cada vez más profundo, ese tedio infinito que empantana los motivos recorriendo una espiral imperfecta sobre el muro contrario. Todo. Nada. En medio resta el gesto queriendo restar el tiempo.


En la siguiente sala sobresale el optimismo confinado de un horizonte azul-casi-Klein que semeja una alborada entre un despliegue de hojas de papel Bond a muro jugando con los límites de su geometría para distender las posibilidades de su encierro. (Rotación 1. 2011) Primer atisbo del tenor que tímidamente parece germinar en la obra de Uriarte, una suerte de poesía mínima, esencial, urgida desde el estar vencido.


A un lado tres monócromos Bic (Bic Monochromes. 2005) junto a los que descansa un par de audífonos como prometiendo ‘completar’ la experiencia del tríptico. De ellos emana el trazo continuado de una pluma que va y viene animada por un instinto que poco y nada tiene que ver con la vista final. De nuevo se inscribe en salvamento el gesto que dice el habitar del cuerpo sobre sus ‘resultados’. Escuchándole deviene casi innecesario seguir viendo las obras y se cimbra una ranura por la que el cuerpo logra fugarse. Sucede entre la imagen y el audio lo que Husserl distanciara entre la palabra escrita y la voz enunciada. Cuando se escucha la pieza dibujada de Uriarte el trazo pierde importancia como materialidad para convertirse en gestualidad pura condensándonos con ella en lo que el teórico llamara un estado de ‘auto-afección pura’ en el enunciar de la voz al cuerpo. Habría que repensarse si estas piezas debieran mantenerse juntas cuando expuestas o si es que en contigüidad, entre ellas anulan su potencia a-distancia fenomenológica.



Finalmente, en la sala de mayores dimensiones se agrupa una inteligente selección de las obras de Uriarte realizadas entre 2004-2011. Sobre uno de los muros se distiende otra clase de horizonte. De nuevo en una secuencia de hojas Bond dos dobleces sugieren el pliegue de un estar duplicado. (Two Folds. 2008) Cruzados por el centro de la hoja que como piedra clave conduce y contiene la carga de fuerzas hacia sus lados, los dos dobleces se intersectan y continúan en fuga hacia sus extremos sobre la diagonal opuesta de las mismas hojas. Este gesto casi intrascendente que deja sobre el papel su marca asimila con especial elocuencia los gestos conceptuales en rastro corporal de los años 60 y 70. Denotando una corporeidad constreñida entre los gestos codificados del entorno administrado, pero que aun alberga la capacidad de imaginar otro destino.



Este mismo impulso es el que explora la pieza central de la exposición. Sobre un tablón de madera como mesa improvisada se distiende un pequeño mar de oquedades de papel (The A-4 Cycle. 2009). Enrolladas sobre sus cantos, un contenido universo de hojas Bond membretadas provenientes de distintas firmas presenta un acomodo sutilmente voluptuoso que sigue las variaciones del blanco del papel blanco –a veces más azulado, otras amarilleando– los recorridos que cenitalmente se adivinan entre los rollos de papel ofrecen un inesperado encuentro de potencia poética que anima la generalidad desde el rasgo más común de sus caracteres.


Anticipando este paisaje horizontal que parece esperarnos en recompensa al fondo de la sala, algunas otras piezas retienen el tiempo que acumulan; exploraciones perspicaces sobre las posibilidades del hacer dibujo y escultura con elementos mínimos. Haya que terminar (y reempezar) el recorrido con All my days (Todos mis días. 2004). Hoja doble-carta impresa en computadora con un listado de fechas en tipografía milimétrica que contiene anotados todos los días de vida del autor desde su fecha de nacimiento 13-Jul-73. El espaciamiento entre fechas consecutivas es igualmente mínimo aun cuando equivalente y sin embargo, entre las cifras anotadas por columnas y renglones sucede una especie de oleaje, acaso inconsecuente, que entretiene la vista como si queriendo asegurarle que sobre la intrascendencia aparente de ese mínimo listado, existe sí, el movimiento de una vida.




PREFERIRÍA NO HACERLO | IGNACIO URIARTE

Curaduría: Materia de Dibujo

Casa del Lago | Ciudad de México

julio-septiembre 2011



*imágenes: Mónica Quiroz / Ignacio Uriarte