3 de octubre de 2017

Sobre agujeros, unicornios y la cursilería de una ‘ilusión’



“En esta ciudad nunca llueve, hoy diluvia”—escribía esta frase como inicio de la introducción de mi primer libro sobre teoría de arte publicado en 2007. Aquel por el que durante más de dos años viví inmersa entre archivos de imágenes estenopeicas; en el mundo de un hombre fantástico, único, inasible e indescriptible —Carlos Jurado. Quien a su vez, treinta años atrás había escrito un libro ‘mágico’ en el que afirmaba, con la certeza del hecho histórico, que en siglos pasados se creía que la puntura de la caja/cámara estenopeica, tenía que ser perforado por el cuerno de un unicornio.

Adojur era el nombre de ese misterioso científico medieval de procedencia no bien situable o asible, cuyos escritos, Jurado refería haber encontrado (sin explicar cómo, ni dónde) citando en su propio libro aquella leyenda francamente entrañable y a mi parecer, míticamente perfecta. Varios estudiosos contemporáneos creyeron en la existencia de este posible manuscrito, y retomaron sin más cuestionamiento de veracidad, la (in)existencia de Adojur en diversos textos sobre la imagen estenopeica; hasta que eventualmente se dieron cuenta de que el antiguo y mítico autor-mago venido de algún lugar del Oriente Medio, Adojur, no era sino un acrónimo de su propio apellido: JurAdo.

Carlos Jurado estaba, como suele, divirtiéndose con la fotografía, usándola para hacer de la vida otra cosa menos ‘cotidiana’, reconociendo justamente, su esencia completamente mundana, lejos de mitos y misterios. No por casualidad sus sujetos siempre fueron objetos completamente comunes, incluso algunos de ellos carentes de valor (monetario digamos) —piedras, vaso con agua, una fotografía re-retratada; y sus sujetos no fueron muchos, algunas mujeres, su adorada esposa, su hija y él mismo.

Embriagada un poco de esa magia mitológica que convertía el mundo estenopeico en una especie de logia imaginaria, elegí el título que entonces consideraba claramente adecuado para mi libro. Desafortunadamente al poco tiempo me pareció un craso error: “La ilusión de ser fotógrafo.” (¡¿…?!) por supuesto, con los años no he hecho sino confirmar mi infortunada ocurrencia. Por lo menos, la segunda parte a esta fatídica frase-concepto, es decir, en el subtítulo, lograba recuperaba la dignidad de la innegable cursilería que ya inevitablemente, lo de-marcaría hasta la fecha: “Hacia una filosofía de la fotografía estenopeica a partir de la obra de Carlos Jurado.”

El gran problema nació y permaneció porque nunca me di cuenta que lo que yo quería decir cuando hablaba de la ‘ilusión de ser fotógrafo’ no tiene que ver, como en su mayoría debe leerse, como si hablara de la ilusión como una intención anhelada, un logro ensoñado, o una suerte de paraíso por alcanzar. ¡No, no y NO!

Muy, pero muy lejos de esta idea, lo que esa ‘ilusión’ quería referir responde a una de la tesis centrales del libro, es decir: que el fotógrafo estenopeico es en realidad un fotógrafo que nunca ‘ve’ a ciencia cierta lo que está retratando. Así que el acto fotográfico estenopeico es en sí, como acción fotográfica ‘común’, una mera ilusión, como el agujero de la cámara estenopeica punzado por el cuerno de un unicornio.

Uno de los capítulos del libro se titula y dedica a explicar mi propuesta teórico-fenomenológica sobre la cámara estenopeica y su ‘no-mirada’; refiriéndome a esa no-mirada que es-sin-ser, lo que efectivamente ‘materializa’ las tomas fotográficas estenopeicas —sin el ojo del fotógrafo —ésta es la ‘ilusión’ que quise (pre)afirmar en el título del libro. Logrando fracasadamente, un título por demás vago y cursi.

Confieso que cada vez que lo leo, lo escucho, lo escribo o lo enuncio, me recorre una especie de vértigo neuronal, pues me doy cuenta una y otra vez lo equívocamente simple que parece decir y lo meloso que puede ser enunciar que alguien, quien sea, vive (en/de) la ‘ilusión’ de ser fotógrafo…

Estoy segura que entienden y comparten lo que digo, elegir ese título fue un inmenso error. Equívoco primerizo que ni siquiera tuvo la suerte de correr con una vena que pudiera darle al menos un ligero matiz poético. Nada. La frase es simple y llanamente cursi. Por ello este texto aclaratorio que, sí, aparece más una década después de publicado el libro (indicativo de que la cursilería implicada realmente me perturba hoy día como desde el primero en el que se reveló a mi conciencia —ya muy tarde para reimprenta).

Ahora, aparte de evidenciar mi propia desgracia nominal destinada a mi primera obra académica publicada en forma y cuerpo de libro autoral, aprovecho para entretejer en ello un anuncio preventivo para avisar que, cuando publique la segunda edición del libro (la primera edición editada por la Universidad Iberoamericana, agotada hace varios años), incluiré un prefacio explicitando el cambio de título y el sentido —completo— del concepto de ‘ilusión’ originalmente planteado en el libro sostenido debidamente por fundamentos fenomenológicos y lejos de la cursilería —equivocadamente ‘asible’ con absoluta facilidad e inequívoca claridad.

Probablemente este segundo y definitivamente más honroso título —como corresponde a la obra (y al artista) del que germinan, será algo similar a: la no-mirada. hacia una filosofía de la fotografía estenopeica a partir de la obra de carlos jurado.

será también en esta segunda edición, cuando finalmente lo escriba completamente en minúsculas —como fue siempre mi intención—, pero por convenciones editoriales, en ese periodo mi propuesta no fue admitida.

y es que las minúsculas responden tanto a la personalidad de carlos jurado (y en buena parte a mi personalidad, es decir, escapadas a la succión de todo aquello que se peligrosamente se acerque a la grandilocuencia como autoalabanza frente a los reflectores); tanto como tiene que ver con el tipo de imágenes que conformaron su archivo durante las cuatro décadas en las que fotografió tomas estenopeicas, retratos sin-mirada; imágenes de cierto modo anónimas, creadas por la caja oscura con ayuda del fotógrafo, pero que estricta y esencialmente podrían afirmarse como imágenes sin-autor —si consideramos estrictamente que el autor/fotógrafo es aquel que presiona el obturador cuando detecta exactamente lo que observa y destina lo que quiere capturar. en el caso estenopeico, el fotógrafo tapa o destapa —por una suma de práctica e intuición, el orificio de entrada de la imagen/luz a la cámara/caja oscura sin ver/saber —hasta no revelar la película, placa o papel emulsionado— lo que su cámara/caja oscura observó en su lugar.

esa falta de avidez por el reconocimiento y galardonada autoría, algo que a mi juicio ha distinguido biográficamente una de las esenciales y extrañas (por singulares) virtudes de la obra de carlos jurado. por eso es que también, mi libro sobre su obra —empezando por el título— ha de iniciar y dejarse ir de la misma manera, libre de pretensiones, sin marcajes de importancia —por ello sin mayúsculas que alteren visualmente la lectura y la escritura sobre una obra fotográfica que nació no-mirada por un orificio en una caja de cartón ‘ilusoriamente’ perforado por el cuerno de un unicornio. invento que devela una aproximación lúdica a la creación propia dando cuenta, como muchas veces lo ha declarado jurado, que el suyo, es un trabajo fotográfico cuyo origen lejos estuvo de las pretensiones del éxito radiante, el reconocimiento, la fama y fortuna; que finalmente, cerca de cumplir 90 años, incitado por mi ‘culpa’ y pronto sin escapatoria, habrían de acaecer sobre su vida y obra. (finalmente, el anonimato de una obra de tan importante y potente magnitud, no podía restarse y/o permanecer ajeno a la historia fotográfica del siglo xx.)

reconocimiento estético e histórico que la publicación de mi libro de cursilería intitulado, ‘iluminó’ histórica y teóricamente por primera vez la sólida contundencia e importancia de su obra, actuando como un potente catalizador para la atención de otros sobre él; catapulta silenciosa, que, en consonancia con su objeto de estudio, tampoco buscó un reconocimiento, grandilocuente y gloriosamente afamado.

tal es así que mi estudio, producto de la investigación que realicé durante la maestría en estudios de arte en la uia, fue/es la primera obra teórica-fenomenológica sobre fotografía estenopeica, publicada no sólo en méxico, sino en el mundo de habla hispana. sí, hoy lo veo y puedo decir sin temor a padecer de arrogancia, que ese ‘pequeño’ libro fue la piedra clave que despertó el interés de los historiadores ‘más reconocidos’ de la fotografía en el país, sobre el trabajo de este singular fotógrafo de origen chiapaneco. la inesquiva calidad y cualidades estéticas casi-mágicas de su obra fueron, sin duda, aquello que sostuvo el interés entre los autores-directrices del medio fotográfico en méxico, quienes poco después de publicado mi libro, coincidentemente concibieron una magna exposición retrospectiva autoral de la obra de jurado en el centro de la imagen —adquiriendo a la vez todo su archivo de imágenes; como también, la publicación de un ostentoso y caro libro— como si hubiera sido el autor/editor (cuyo nombre tiendo a olvidar), quien por vez primera reconociera la tan urgente como esencial valoración de la vital importancia de las imágenes estenopeicas de carlos jurado; así como la fundamental y definitoria inclusión de su trabajo dentro de la historia de la fotografía moderna y contemporánea en méxico. en ese libro de grandes dimensiones, pasta dura, e impecable impresiones, parece también que dicho autor/editor fue quien reconoció —antes que cualquiera— la incalculable valía de la vida de este hombre sencillo, austero, desconfiado de las adulaciones, los aplausos y las escenificaciones de alabanza y reconocimiento que —sin duda merece— pero, acaso con menos mayúsculas (metafórica y literalmente); y sobretodo, con una vena mucho más honesta respecto al origen del rescate y valoración tal artista y obra; reconociendo también el origen —no espontáneo— de ese súbito y ávido interés que se despertó en torno a la fotografía estenopeica en méxico “…a partir de la obra de carlos jurado.”

quizá, después de todo, la ‘ilusión’ del cursi-título de mi libro, me enseñó una lección sobre el sentido real de la ‘autoridad autoral’; del peso de las relaciones, funciones y puestos públicos; así como de todas esas asonancias entrelíneas que —cada vez más (des)ilusionadamente— trasluce cuanto acompañan toda escritura, interés y acción en el medio artístico/fotográfico. durante un tiempo sentí lo que sucedió como si (pace derrida) esa ‘no-mirada’ fenomenológica de la fotografía estenopeica, hubiera contagiado —y de cierta forma congelado— mi mirada en cuanto al valor, precisa temporalidad y reconocimiento que mi estudio marcó y destapó. siendo que simplemente me senté a ver sin-mirar la ola de reconocimientos ajenos dirigidos hacia otros escaparates más ‘vistosos’, poco tiempo después de haberse publicado mi estudio sobre la estenopeica y carlos jurado. hoy, me felicito por no haber hecho ‘nada’ más de lo que ya había escrito, entregado, publicado y presentado.

volviendo por última vez al título del libro, a pesar de la simpleza con la que creo que se lee en un primer encuentro la palabra ‘ilusión’ (y asumo la posibilidad de que esto pueda ser más un problema personal con esa palabra específica). pero cuando vi impresa la frase —la ‘ilusión’ de ser fotógrafo— me frené en seco, inmediatamente vislumbrada la nefasta y casi garantizada posibilidad de verla asignada a una lectura poco o nada propensa a la reflexión. afortunadamente, el subtítulo —hacia una filosofía de la fotografía estenopeica a partir de la obra de carlos jurado— parece haber situado los resultados de mi investigación y desarrollo teórico, justamente en el tiempo y espacio al que pertenece y del que vierte singular, anticipado y sustancial, un contenido nunca antes atendido con el debido tiempo, respeto y valoración estética, artística, teórica e histórica que, sin duda alguna, la obra de carlos jurado reclama.

atención, reconocimiento, cuidado, y agradecimiento que finalmente, como perforado por la punta delgadísima punta del cuerno de un unicornio, él iluso fotógrafo recibió cuando —sin haberlo contactado durante ninguna parte del proceso de investigación ni de escritura— terminado el libro y se lo entregué. sus claros ojos azules, se llenaron de una luz como la que sólo rebota de las pupilas de un niño; y sorprendido más allá de lo que imaginé, me preguntó con su modestia habitual: “¿pero marcela, por qué se tomó usted la molestia de hacer esto?”

en esta otra ciudad, llueve poco… curiosamente también aquí, hoy, diluvia.


marcela quiroz
guanjanuato, gto. mx



septiembre 2017

imagen: carlos jurado, autorretrato con cámara, fotografía estenopeica, plata/gelatina, 1974.

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