Remontar el tiempo previsible marcado al ritmo de la naturaleza destinaba al actuar individual y a los sucesos comunitarios una cierta certeza en la confluencia y propiedad de su existir. ¿Cuándo se perdió tal sincronía? ¿Cuándo fue que olvidamos nuestra intención por confluir?
Algunos señalan la fractura en desapego al tiempo de la naturaleza sobre la constitución de las grandes urbes del siglo XIX. Lo cierto es que lo que sucedería entonces habría de señalar un cambio en la huella hacedora del mundo. El ritmo estacional no regiría ya el humor comunitario de las temporadas sino el horario productivo individual; el tiempo maquinal desembocaría en el conteo de horas laborables. La duración de las ciudades sería dictada por los horarios de producción de las fábricas; radicando en ello el principal ‘desfase-natural’ devenido de la revolución industrial.
Los patrones residuales de Sebastián Beltrán comportan los efectos contemporáneos de los ciclos utilitarios post-industriales que rigen —desde la anulación— la conciencia del tiempo presente. Obras como Rotación de cultivo y Restart (ambas 2010) sitúan, en una aparente ludicidad, la incongruencia imperante en los constructos que suponen sostener aún actividades humanas tan básicas como fundamentales: el juego y la cosecha. El tiempo rotatorio cuya objetualidad importa y que debiera verse germinar como materialización de sustento y esparcimiento se ve reducido a un ciclo devastador e infértil; constancias casi-sarcásticas que, sin embargo, confiesan una suerte de sentido edificador ultrajado de la tragedia.
Enunciando la insistencia improductiva tanto como la cualidad destructora de muchas de las actividades que hoy pretenden construir el cuerpo urbano, las piezas de Beltrán atienden en su individualidad industrializable al destiempo ciclado de nuestra cotidianeidad. Tree Sound y Cíclica (ambas 2010) refieren desde sus propias particularidades motoras a este fenómeno de deserción auto-sustentable. La atractiva estética que destina su apariencia no hace sino subrayar el encantamiento enajenante que funde la existencia contemporánea entre sus infinitos objetos de deseo. Herramientas de zonificación del decir de nuestras propias necesidades fabricadas.
La replicabilidad desenfrenada, el autoconsumo, la desertificación y la explotación residual son algunos de los patrones socio-urbanos que el trabajo de Beltrán señala con eficiencia. La Prótesis (2009) cuya figura cancela de lleno la ‘naturalidad’ con que habría de envolverse un tal artificio denosta la viabilidad de su propia materia como si queriendo enunciar inclemente su estado añadido, alterado y ciertamente ‘inútil’.
Espaciando el tiempo y presencia de su condición, En espera (2010) parecería querer confirmar el sentido posible y ordinario de una cierta esperanza. Una piedra abierta cuyo centro en emisión convierte en metáfora radical la propuesta que soporta el esqueleto de la exposición. En medio de la sala, una palabra apuntalada de la que ya casi no se habla… FE (2010). Desfase simbólico, la cualidad ‘iluminadora’ de la pieza intenta soportar su carga significante como queriendo reinstalarse en ese espacio vaciado de sentido que comporta la productiva neurosis contemporánea. Obras cargadas de juegos semánticos sobre la enajenación de los recursos espirituales y materiales en los que todavía buscamos asidero.
Imágenes: Cortesía del artista.
Ensayo curatorial para la exposición PATRONES RESIDUALES | Sebastián Beltrán por inaugurarse el 18 de novimebre 2010 en el Centro Cultural Tijuana. Tijuana, BC.
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