“las impurezas, el sol y los desvelos provocados por las fiestas generan líneas de expresión indeseables. si quieres algo para preparar en casa te recomendamos aloe vera, una planta tropical famosa porque ayuda a prevenir las arrugas prematuras.” recomiendan a una joven lectora las expertas de belleza y cuidado de la piel de una reconocida revista de moda.
la frase me deja perpleja —no por desconocer las propiedades del aloe vera, auxiliar también en tratamientos de quemaduras leves por bronceados intensos; sino por la contundencia de la afirmación que antecede al consejo casero. ¿cómo atreverse a asegurar sin miramientos que las líneas de expresión son por completo indeseables y que hay que prevenirlas o tratarlas hasta su desaparición? ¿es preciso, o tan sólo deseable, por no decir psicológicamente sano, borrar del rostro las líneas de expresión?
es fácil concluir para muchas lectoras la respuesta globalizada y comerciante: sí. yo sigo preguntándome por qué.
¿qué hay de la historia de nuestras expresiones que urge borrar? si resulta que ni siquiera cuando dormimos la piel se relaja, ni deja de repetir movimientos faciales y gestos recordados del día que intentamos descansar, ¿no nos dice algo esta insistencia de actividad perenne en nuestros músculos faciales? si el rostro, como el resto del cuerpo necesita de esas líneas de expresión generadas sobre la epidermis —y con el tiempo en profundidad sobre la dermis— para descargar las tensiones, preocupaciones, recuerdos, remordimientos, rescates y estrategias que con los años vamos sumando al equipaje personal, ¿es realmente necesario “detener el paso del tiempo” sobre el territorio identitario que conforma el rostro como unicidad acumulable por infinidad de huellas superpuestas?
sí, para muchos, definitivamente para todos en el medio publi-cosmetológico, porque la idea es no tener rastros. ofrecer al mundo un rostro sin historia. borrar las particularidades, las unicidades que en arrugas y líneas destinan lo andado como prueba, para estructurar en cambio una superficie lisa en la que los impulsos de liberación de los neurotransmisores (impulsos eléctricos) generados por los gestos, estén siempre contenidos, limitados, regulados y en control para eliminar y prevenir.
es así, en este mismo intento como uno entiende que la apuesta norteamericana para la bienal de venecia este verano sea el difunto félix gonzález-torres, cubano de nacimiento, nacionalizado americano. pues esa es la primera línea de presentación de la propuesta que justifica la decisión de presentar a gonzález-torres por parte de nancy spector, curadora del guggenheim de ny, en el pabellón de eu. “cuban-born, american citizen.” como si al primer impacto de tener que reconocer el origen de la bandera artística elegida para una de las principales bienales de arte en el mundo, funcionara la distancia entre una ‘coma’ y la siguiente aclaración, de la misma manera en que a uno le diagnostican el tratamiento cosmetológico imperioso ante la casi-trágica realidad, pero aun salvable con el debido recubrimiento. el mensaje es claro: eu es incluyente, aunque las redadas no paren y la reforma migratoria funcione ya en el imaginario como una especie de utopía de origen inaccesible. por eso será que hayan dado por fin el gran ‘reconocimiento’ a una de las mayorías inmigrantes del país en la figura de félix gonzález-torres (1957-1996); quien, desafortunadamente, ya no está vivo para recibir el homenaje.
pacificación póstuma. pues el ‘deceased cuban-born, american citizen’ es ya tan inofensivo y efectivo como las arrugas para el “efecto toxina botulínica”, lo último en tratamientos cosméticos para desparecer esas “indeseables líneas de expresión” sin que sea necesario optar por métodos radicales y dolorosos con riesgos de complicaciones post-operatorias.
es así que ya “no es necesario dejar de reir y gesticular para detener el paso del tiempo, se trata de atacar el problema de manera integral”; dirán los gringos, pues si somos ya tan plurales que elegimos por decisión propia mostrarnos al mundo tras la cara (sin arrugas) de un inmigrante, el mundo debería recompensarnos olvidando esas molestas —pero necesarias— gesticulaciones que de pronto o todo el tiempo, nos vemos obligados a hacer, aún sin quererlo… deben pensar los vecinos. gonzález-torres es el ‘aloe vera’ de la temporada cultural de eu para el mundo.
de ahí el peligro de borrarse las arrugas, pues puede uno muy fácilmente olvidarse de quién es y entre quienes está.
marcela quiroz luna / 1974 / tijuana
24 de febrero de 2010
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