ayer apareció un ahogado frente a la casa. lo ví desde antes. venía flotando como si fuera sólo una espalda, pero parecía también una bolsa, o un tronco, y avanzaba, como vienen las ballenas y los delfines en otros meses, de norte a sur. luego fue saliendo. luego ví que no era una bolsa inflada, luego ví que era un cuerpo. eso cuando el agua lo empujó muy sutilmente hacia la orilla y lo dejó tendido en la arena. un poco más allá había algo de alga marina en un bultito también. a veces, si volteaba uno rápido, no se sabía cuales eran las algas y cuál el cadaver.
yo nunca había visto un ahogado antes de ayer.
cuando llegaron los terceros -los del ministerio yo creo- hasta entonces le taparon la cara. y fue uno de ellos el primero que se acercó. (ya tenía el ahogado más de una hora sobre la arena con el agua que seguía sobre de él en un vaivén que pronto se volvió morboso). el que se acercó lo primero que hizo, casi con urgencia o indignación o miedo, fue taparle la cara con su propia camiseta. la del muerto, así que le dejó desnudo el abdomen. eso era lo inflado. no era la espalda. eso era lo que había venido viendo flotando. lo de la cara, me quedé pensando por qué. lo platicamos un poco y dijimos que sería por lo de la dignidad. si es acaso que en el rostro, la identidad (aún ahogada y de momento desconocida) es donde se porta y con ella la dignidad y sus resabios. el último espacio donde el cuerpo deja de ser un bultito y tiene pareceres humanos de a de veras. le taparon la cara.
luego me puse a pensar en lo del encargo, para esta publicación, de las cosas que lo han venido formando a uno. que si una o cinco películas, libros, revistas, exposiciones, programas varios...
¿y será que eso lo lleva uno en la cara? y que si se ahoga, la cara se la tapan y ya nadie supo lo de las películas y los libros. y me dieron ganas de escribirlo. no vaya a ser. pero resulta que el encargo se voltea ahora, como cuando le dieron vuelta al muerto. y lo inflado ya no sabe uno si es lo de arriba o lo de abajo. y si las ciudades invisibles de italo calvino me enseñó realmente cómo intentar leer sobre la ciudad tejiendo los hilos que nunca se ven muy bien, sólo se padecen, o se ignoran y se pierde uno de muchas cosas. o sí el cuaderno rojo de paul auster realmente tenía la certeza del encuentro destinado, o fue sólo que me lo regalaron cuando quería creerle. o si danzón fue causa de aquella decisión amorosa de puerto a fines de los noventa como forma de ser, aparentarme y sentirme libre, o sí acaso ese encuentro sí fue uno de esos de los que tanto se empeña en asegurar el auster. lo mismo para bel ami de maupassant, también tengo esa duda.
pero qué tal si la vida de pronto sólo se vuelve el ansia de tener una buena foto (buena en términos de condensación emotiva con altas posibilidades de distensión en momentos de crisis), o la obsesión por tomarla; o la confesión desvergonzada -o vencida- de ambas cosas como pasa en chichai con helicóptero (1985) de carlos jurado; o mejor: el retrato del retrato como le digo para mejor entenderme y que no se me olviden tan facil los bordes del extrañamiento.
pero, y después del muerto? quizá hoy sólo entienda con lo del muerto las horas. no por el ahogarse solamente, por la soledad sobretodo. por el desconocimiento, por la otredad de lo muerto. es virginia woolf, eso seguro, es la discusión sobre las decisiones de vida que más que tomarlas te llevan. es el tiempo. es el miedo a despertar un día y ser la dalloway. y ver que le regalaste tu vida a alguien y que ya luego no te la devolvieron. lo más seguro es, de cualquier manera, que sea la misma vida la que no te la devuelva y uno ahí creyendo que si porque leiste aquello o viste esto o no llegaste a oír nunca eso otro.
si se trata de seguir los hilos, entramar, darle vueltas a la idea, o espaciar las posibilidades de la estética; si la mirada sí de verdad es el juicio primero sobre el mundo, ver a un ahogado debiera de hacerlo a uno recapacitar sobre el sentido del vacío y con qué decides llenarlo.
hoy se murió mi abuela a las 5:15 de la mañana. esto sería para ella.
marcela quiroz luna / 1974 / tj
24 de febrero de 2010
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