ahora que estoy releyendo a benjamin como parte de mi instensiva entrada al doctorado en teoría crítica del 17 instituto de estudios críticos, me he encontrado con el problema de la denuncia. ¿por qué, si sólo se trataría de ‘triturar el aura’? es difícil, por no decir penoso, pues de un tiempo para acá me he encontrado con dos ‘reproducciones’ bastante vergonzosas por descaradas en el terreno del arte contemporáneo local. y peor aun es decir que a ambos ‘toma-ideas’ los tengo en estima. ¿o los tenía? ¿es independiente la estima personal del respeto artístico? es difícil decirlo así, en blanco y negro, aunque claro, no he podido hablar con ninguno de los dos ‘artistas’ desde que he azarosamente encontrado los ‘originales’ de sus piezas en revistas de arte internacional firmadas por alguien más y con fecha anterior. ¿qué hacer? ¿de qué nos sirve la denuncia en una sociedad tan poco ética y ‘democrática’ como la actual?
mi verdadera duda no va por la denuncia realmente, pues no me interesa en este caso señalar nombres original-y-copia de las piezas que ambos artistas, tijuanos han hecho –curiosamente– de ambos artistas canadienses. (al menos no ahora…) lo que me interesa en cambio es hablar algo de la permisibilidad de este tipo de situaciones que permea la escena de arte contemporáneo globalizado. pues sin duda, no puedo ser la única que ha reparado en los ‘asombrosos parecidos’ de las piezas de unos y otros; es decir, he visto imágenes de las piezas ‘originales’ en revistas de masiva reproducción y venta que –cualquier interesado en ver lo que no ha podido sin viajar– encuentra sobre un estante más o menos especializado. entonces… ¿por qué nadie dice nada? ¿por qué nos tragamos todos la ‘pildorita’ de la originalidad fronteriza? la respuesta al caso específico es sencilla. porque tijuana está de moda y vende. moda que desde insite, nortec y arco va de bajada –espero– cerrando hoy con babel en los óscares (con o sin estatuilla, da igual, pues lo importante es que ‘los mexicanos ya estamos en la alfombra roja’ ¿qué no?).
hace sesenta años walter benjamin denunciaba inclemente los efectos de la reproductibilidad sobre la imagen artística; de la destrucción del aura del actor teatral frente al actor cinematográfico; de la carencia de caracter ‘cultual’ de la fotografía después del daguerrotipo; sin embargo, apuntaba a la reproductibilidad como vía de politización de la obra –frente a la estetización de la política enarbolada por el fascismo. y si pensamos en los plagios de estrategia y obra de estos dos artistas locales, como ‘reproductibilidad politizada’; algo así como ‘el tercer mundo se burla del primero haciéndose fama con sus propias estrategias… ¿que no tendríamos que encontrar en la ‘piezas-bis’, al menos un ‘comentario’ sobre el propio hecho del plagio descarado e incastigado (¿por inadvertido?) como burla al sistema artístico contemporáneo en el que lo exótico sigue vendiendo por esencia frente al artista hoy como ‘ciudadano del mundo’, cosmopolita, exportable, museable y explotable en todos contextos, ferias y bienales? ¿o será que las burlas al aparato artístico terminaron con duchamp? ¿será que hoy la ‘reproductibilidad técinca’ ha avanzado a un nuevo estadío, el cibernético integral? si es así, hay que ponerse a investigar más en red y en impresos señores críticos y curadores, para al menos estar conscientes de que lo que se está exportando como nuevas genialidades territoriales, están mucho más expandidas e interconectadas que ustedes con la historia reciente de su disciplina, sus procesos y posibilidades reales de interconexión. pues es claro que estos dos artistas están entendiendo más sobre el contexto de su plataforma fronteriza que quienes tan afanosamente los han venido promoviendo en la última década.
marcela quiroz luna / tj / 1974
24 de febrero de 2010
sobre la obra de arte en la época de su ‘reproductibilidad’ técnica
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