24 de febrero de 2010

diferencias de sentido

desperté, bastante antes de las seis, pensando cuáles serían las diferencias entre estar varado y encallar. lo primero fue esto...

encallar (der. de calle). intr. dicho de una embarcación: dar en arena o piedra, quedando en ella sin movimiento. //2. no poder salir adelante en un negocio o empresa.

varado, da. adj. ant. que forma varas o listas. //2. conjunto de jornaleros que en Andalucía van a las casas de campo, bajo la dirección de un capataz, para la cava, la biba u otras faenas agrícolas. //3. tiempo que duran estas faenas. //4. Ingen. Medición de los trabajos hechos en una mina al cabo de un periodo de labor. //5. ingen. este mismo periodo, por lo común de tres meses al cabo de los cuales se ajustan cuentas y se reparten las ganancias si las hubiere. //6. suma de estas mismas ganancias, y aun del dividendo que de ellas corresponde a cada accionista. //7. zam. conjunto de puercos que puede cuidar una persona.
varado, da. (del part. de varar) adj. am. dicho de una persona que no tiene recursos económicos. //2. acción y efecto de varar (un barco).

varar (de vara) tr. mar. sacar a la playa y poner en seco una embarcación, para resguardarla de la resaca o de los golpes de mar, o también para carenarla. //2. desus. echar un barco al agua. //3. intr. dicho de una embarcación: encallar en la costa o en las peñas, o en un banco de arena. //4. dicho de un negocio: quedar parado o detenido. //5. am. dicho de un vehículo: quedarse detenido por avería. //6. prnl. ven. quedarse detenido en un lugar por circunstancias imprevistas.

por principio me interesó la distinción de origen en cuanto a las finalidades del acto –porque eso sí,queda claro que ya se vare o encalle, el asunto es sobre la terminación de algo y el inicio de un periodo de descanso– así que pareciera que encallar es por causas ajenas a lo que encalla, y en contexto ha de relacionarse con la mala fortuna (aunque también una de las acepciones de varar se considere así, más no su definición primera); mientras que varar, en principio se atiende como efecto, no causa. uno decide varar su embarcación para ponerla a resguardo, posiblemente, claro, para evitar la mala fortuna.

fuera del mundo naval, los siginificados se potencializan en caminos variados. particularmente me interesó, sobre lo varado, el sentido como medición de tiempo del término, eso de los tres meses tras los cuales se evalúan las ganancias –si las hubiera– a estos fines resulta clave. lo mismo lo del número de puercos que una persona puede cuidar. es un asunto de límites y posibilidades. en el primer caso se refiere a la suma de logros por jornada en tiempo; en el segundo se trata de la capacidad de control de una sola persona sobre un espacio visible. ambos exigen sobre la extensión, ya de tiempo como de área, el control y sus resultados.

por otro lado, lo varado como algo quieto, obligadamente quieto o imposibilitado al movimiento, resulta un freno importante a las capacidades de divagación del significado. ya el negocio, o la persona, o la embarcación, para los tres siginifica básicamente lo mismo: no poder moverse por algo ajeno a la voluntad que lo padece. ahí es donde entro yo.

hace doce días que estoy en reposo obligatorio o forzoso (dependiendo la calidad del adjetivo ¬–según he podido observar– de la hora, el clima en mi balcón, las llamadas telefónicas, la cercanía de la cita médica del día y mis humores) por padecer: espondilolistésis ítsmica por espondilolisis. (por cierto, parece justamente que toma doce días aprenderse por entero la designación médica completa) el diagnóstico corresponde a un desplizamiento de la 5ta vértebra sobre el sacro con fisura, lo que ha perjudicado el disco y el nervio. así. más o menos, es lo más concreto que he podido explicar los dolores que no han parado desde entonces en la espalda y la pierna derecha, que me han obligado a vivir acostada o recostada (las dos opciones recomendadas de postura que me ofreció el ortopedista desde mi primer visita hace dos lunes, como posibilidad de supervivencia, mientras se decidía el cómo y el cuando del procedimiento quirúrgico). y sobre esto, he de decir que vivir acostada doce días es imposible para el que no toma ni siesta; así que pronto concluí que recostada era mi única opción. por recostada entiendo –especialmente cuando uno tiene estos problemas de columnas rotas– estar acostada de lado (preferentemente sobre el costado izquierdo) con los ojos abiertos, intentando verticalizar de nuevo lo que ahora por fuerza es horizontal para poder leer –ya en libro o en la pantalla–, platicar con las visitas en un sobreintento de coherencia e hilaridad sobre la sobredosis analgésica, o intentar seguir una película con subtítulos. estar recostada es, en pocas palabras, un intento, el último quizá en cuanto a posturas se refiere, por seguir en contacto con el mundo. es un esfuerzo voluntario contra lo involuntario del reposo. volviendo a los barcos, es una decisión por encallar en contra de lo varado. es posibilidad, no reducto. lo curioso resultan las implicaciones del intento. son grandes esfuerzos realmente los que le exigen a uno la posición que con tanta nobleza y serenidad se designa el recostar. por principio sea lo más molesto y rápidamente notorio, lo de la mirada. pronto se da uno cuenta que los ojos no se conforman con ver las cosas de lado así nada más y uno de ellos, el más próximo a la almohada, hace extra esfuerzos por volver a su sentido y ubicación original las cosas, la imagen de las cosas, para el cerebro, la percpeción y el entendimiento. así que al poco rato, los dos ojos, pero más uno, se ponen rojos y duelen por dentro. debe ser el músculo que intenta enderezar y enderezarse vanamente, pues, sobra decirlo, el esfuerzo no da frutos reales, tan sólo la ilusión de, estar efectivamente leyendo o llevando una conversación semi-normal. el otro síntoma de gravedad empieza y termina en los pies, sube por las piernas y acaba por condensarse en el hombro (también el más próximo a la almohada) y la cabeza. es impresionante el efecto continuado que el no tener los pies en el suelo ocasiona física, mental y emocionalmente. los momentos buenos son cuando, a fuerza del esfuerzo por el autocontrol y la serenidad, uno empieza a sentirse de alguna forma ingrávido, como en una alberca, menos pesado, más estable y confiando en que el esfuerzo por sostenerse no le corresponde a uno sino al colchón. así que, hay días, momentos de esos días, en que se está en una especie de limbo físico y mental, pues como es de suponerse, las ideas también se acuestan cuando se vencen y se quedan sólo ahí, en reposo. éste resulta ser el mejor estado para la mirada también pues ya no se afana en entender lo que ve a como estaba acostumbrada, sino que se acostumbra a ver lo que ve; ya ni siquiera se piensa en lados, y las coordenadas de la habitación dejan de ser techo-piso-paredes, para convertirse sólo en un cubo dentro del que uno habita pacientemente, recostado. normalmente esto tiene que ver con la media tarde, unas dos horas antes de que caiga el sol.

pero cuando esto no sucede, y al contrario, los pies se sienten demasiado ligeros contra el peso malintencionado de las rodillas entre ellas; y las costillas no dan por acomodarse entre los brazos, el cuello tira del lado opuesto al del descanso y la cabeza empieza a pesar por condensación, las cosas no se corrigen solas. así que si puede uno, dependiendo del dolor y el nivel de medicación, se pone de pie y le da dos vueltas lentas al departamento (que, por cierto, nunca me había parecido tan chico, salvo la cocina –inexplicablemente ahora me parece más grande– será que me estoy encogiendo en la inutilidad). pero si acaso uno está en un mal rato y no se puede poner de pie, la cabeza sigue pesando porque hace grandes esfuerzos por pensar, precisamente entonces, cómo es que llegó ahí, a esa situación lamentable y muy poco heroica en tiempos olímpicos. y se siente uno, hay que decirlo, completamente varado; detenido por avería. y las averías, la verdad es que pesan mucho y le hunden a uno la cabeza en la almohada, hasta debajo de las cobijas, aun en el verano. que por cierto, ya se está acabando. hoy es la primera mañana gris hace semanas; recuerda los primeros días de marzo cuando recién llegamos aquí, no hace tanto.

el lunes nos vamos al df a operarme en un intento –que ya desde ahora sentimos ingenuo– por conseguir que el seguro cubra los gastos. y ya desde ahora nos sentimos también, varados, en la lectura económica-financiera del segundo significado. lo que me hace pensar en las razones y consecuencias del que no encalla por gusto; y sobre la extensión del sentido del varar sobre lo recostado, ambos sobre la horizontal, cancelando la posibilidad vertical de ilusionarse con el cuerpo como soporte, la columna como eje y la salud sobre los números. así que quede claro que sí, como lo sospechaba esta mañana, las diferencias entre varar y encallarse son de sustancia, peso y dirección; al menos en mi caso personal, aun cuando ambas acciones-situaciones detienen el desplazamiento, no sirven para frenar el deslizamiento, ni de las ideas, ni de la vértebra. de tal suerte que no me quede más que contar con la valoración de ganancias –como lee una de las definiciones¬, en el periodo de tiempo estimado clínicamente para mi recuperación. así por lo menos, aún recostada-encallada o gracias a eso, podré decir que logré deslizar el sentido de lo varado.


marcela quiroz luna / tj / 1974

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